El pensamiento único
«El silbido del tren acercándose a la estación me ponía el vello erizado de emoción. Ese tren sería el comienzo de la aventura viajera de mi vida sin duda. Estaba llegando al andén haciendo sonar un particular sonido que avisaba de su presencia, pero en ese momento, justo cuando pasaba junto a mí, todo se desvaneció en una confusa neblina mental que poco a poco daba paso a la realidad de la alarma de mi teléfono, que avisaba de la hora de comienzo de un nuevo día. Cuando pude salir de mi ensoñamiento y despertar con cierta lucidez quité el modo avión del teléfono. A los pocos segundos sonaron las notificaciones y al echar un vistazo en el modo de vista previa, un latigazo eléctrico recorrió mi cuerpo desde los talones hasta la coronilla. Mi corazón comenzó a bombear sangre como si un león me persiguiera. No había querido creerlo, lo había pensado, lo había leído, oído y además, ya había pasado con otras personas. Mi último contenido subido a la red social llamada «Z» era constitutivo del delito tipificado como «divergencia autoinducida». La divergencia autoinducida consistía en el resultado de la actividad mental que propiciaba pensamientos que contravenían los preceptos del Pensamiento Único. Era este un delito que te podía llevar a la cárcel y que seguro, te llevaría a un centro de modelado cognitivo. Me quedé absorto mirando esa notificación de la Agencia contra la divergencia autoinducida, que velaba por el cumplimiento del pensamiento único…»
El liberticidio silencioso
En pleno siglo XXI, parece que nos hemos vuelto completamente locos y que esa locura, nos mueve hacia un liberticidio silencioso y consentido.
¿Acaso tú no te das cuenta de cómo poco a poco te van recortando la libertad?
El totalitarismo va comiendo terreno a unas democracias decadentes, seguramente enfermas desde su nacimiento. De manera taimada y sibilina, sosteniendo argumentos falaces tales como nuestra seguridad, la salud, el bien del planeta o cualquier otro motivo que pueda darle al interruptor del miedo de unos individuos débiles y pusilánimes; «cosas terribles te podrían pasar, pero gracias a nosotros que te cuidamos, todo irá bien. Solo debes hacer lo que te digamos…».
De esta manera, el establishment va dirigiendo sus políticas maquiavélicamente con una idea, la de atarnos bien corto. Esto, está siendo de alguna manera como lo del síndrome de la rana hervida. La gente no se da cuenta y pasito a pasito a la libertad le van quitando un pedacito. Quizás la gente sí se de cuenta, y esto me resulta aún peor, y lo que pase es que la libertad se haya convertido para ellos en un concepto más abstracto que útil o necesario.
Sea cual fuere el caso, y en términos de física, lo cierto es que cada ápice de libertad perdida precisa de una cantidad de energía mucho mayor, para poder ser recobrada, que la que hizo falta para quitarla.
¿Y tú, qué piensas?
Betelgeuse.