Supervivencia
Supongo que la dignidad ha sido y es, una cualidad en constante batalla y generalmente en retirada. El ser humano tiende a someter su dignidad en favor de la supervivencia. Lo puedo entender en las situaciones en las que la supervivencia es un hecho. Uno puede optar por ser humillado y seguir viviendo aunque hay muestras suficientes de personajes que decidieron morir dignamente antes que humillarse.
Hoy día no es tan así la cosa y la supervivencia es más un constructo mental que una realidad. Lo que nuestra mente interpreta subconscientemente como supervivencia es en realidad no querer enfrentarse a un cambio drástico o a una situación difícil y quizás de escasez o en otros muchos casos, a no perder un estatus social determinado. Pero como acabo de apuntar unas palabras más atrás, es un proceso subconsciente y en el plano consciente, emocional y sensorial, se vive como un peligro para la subsistencia. De modo que estamos dispuestos a humillarnos y perder nuestra dignidad por la simple opción de la comodidad y una paz mental que nunca llegará. Nunca llegará esa paz mental porque con las conductas genuflexas se evita el miedo al enfrentamiento pero se alimenta a la vez más miedo a ese mismo enfrentamiento junto con las terribles consecuencias de la caída de la autoestima.
Observación y escucha
Cuando uno quiere observar y escuchar, observa y escucha mucho. En mi caso, el terreno laboral es un verdadero campo de observación sobre la dignidad, el miedo y sus consecuencias. Escuchar y observar desde una actitud ecuánime da para mucho… Tengo la suerte o la desgracia (en serio que no sabría precisar) de que el miedo tiene muy poco recorrido en mí, cuando me enfrento a una situación de intimidación y que interpreto que atenta contra mi dignidad, experimento un efecto contrario al deseado por quien pretende infligirme el acto humillante, y una intensa sensación de fuego interior emana y hasta diría que “me pone”. De modo que las estrategias de liderazgo y respeto funcionan estupendamente conmigo. Pero como iba diciendo, veo tanto sufrimiento en el ámbito laboral, tanta frustración y tanto trabajo movido por el miedo y absolutamente carente de motivación. El sesgo cognitivo que lleva a las personas a considerar que su supervivencia está realmente en juego y que las hace consentir ser tratadas de forma humillante y sin ningún respeto, va acabando con ellas. Lo he visto y lo estoy viendo. Mental y físicamente, se van deteriorando y si son brillantes, se van apagando. No son capaces de ver que efectivamente, su supervivencia está en peligro pero por consentir el trato indigno y humillante continuamente.
Si el lector no es imbécil, se habrá percatado de que este texto se encuadra en el ámbito laboral. Y en este ámbito, la dignidad se ve amenazada generalmente por dos roles; compañeros y jefes. En este caso nos enfocamos en el jefe.
El papel del tirano
Desde un puesto de responsabilidad jerárquica cabe considerar aspectos tales como la autoridad, el respeto, el liderazgo o el miedo.
La autoridad la podemos entender como la cualidad que una persona transmite de contundencia o severidad (esta última como exactitud y estricta observancia de una ley, un precepto o una regla).
El respeto como la cualidad, y valga la redundancia, de respetable. Es decir, de no arbitrariedad y equidad en sus decisiones ya nos parezcan bien o mal.
El liderazgo, como la cualidad de una persona que se muestra como guía y motivador a un colectivo que decide seguirle al sentirse partícipe de un proyecto u organización.
El miedo no hace falta explicarlo mucho. Simplemente es miedo.
Un jefe, puede causar temor teniendo autoridad, siendo respetable y líder. Por el simple hecho de mostrar que es capaz de tomar decisiones difíciles y sancionar sin dudarlo, a quien tenga conductas inapropiadas o contrarias a la organización a sabiendas. Pero seguirá siendo líder y creando sinergia entre sus subordinados. Pues estos saben, que no han de temer iniquidades ni castigos caprichosos o arbitrarios, a la vez que sienten que forman parte de un organismo mayor formado por todos ellos y capitaneado por el líder.
En cambio el jefe que solo se vale del miedo es un tirano (o tirana, como se debe decir ahora para ser inclusivos). Este tipo de persona cree en el poder omnímodo del miedo y lo ejerce sin límite mientras no se le ponga “ese límite”. Estos jefes suelen adolecer también de falta de carisma y habilidad de persuasión y motivación. Realmente, son personas como tú y como yo, de hecho, suelen ser más susceptibles de humillar de lo que uno pueda creer. Este punto débil del jefe tirano suele ser su mayor causa de frustración y principal punto de dolor, ya que cuando se encuentra con un subordinado que no es, digamos, asustable, lo encoleriza tremendamente si no puede tomar represalias contra él. Además y de una forma casi patológica, suelen sentirse, curiosamente, víctimas atacadas e incomprendidas de la situación. Un espectáculo verdaderamente lamentable que si uno alberga un corazón noble, despierta hasta compasión.
Como consecuencia de la tiranía, en los ámbitos laborales que permiten más movilidad, como es el caso de las Administraciones Públicas, se produce una fuga de talentos. Sí, de talentos. Personas de mucha valía y capacidad de trabajo pero sin fuerzas o capacidad para afrontar el miedo y la actitud tirana, optan por buscar cambios de destino y abandonar esos ambientes tóxicos y peligrosos para la salud emocional y posteriormente, física.
Betelgeuse.