La democracia ha muerto y nosotros la hemos matado
Sí, digo que la democracia ha muerto, no que esté muriendo. Puede que la causa principal de su muerte haya sido que el individuo medio de la sociedad europea, ha entregado voluntariamente su libertad a cambio de la seguridad ofrecida fraudulentamente por las estructuras de gobernanza nacionales y supranacionales del viejo continente. Y digo fraudulentamente porque no es seguridad lo que va a recibir el ciudadano sino control. Por favor, si la seguridad no ha existido, no existe y no existirá nunca, porque así es el mundo en el que vivimos y así es también el universo que nos alberga. Lo que sí ha existido, existe y existirá es la necesidad de los dirigentes, mandatarios, gobernantes… de controlar a la población, de domesticarla y de conseguir que coma en sus manos. Eso es más propio de la naturaleza del ser humano que la democracia. La democracia es siempre algo frágil y fácil de romper de muchas maneras, una de ellas, haciendo parecer como democracia lo que no lo es.
Así que la democracia ha muerto en pos de la Oceanía de Orwell que camina con paso firme en la indigna sociedad europea del siglo XXI. Una sociedad que ensucia la memoria de quienes lucharon por la libertad y la democracia. Una democracia que de facto, ya no existe. No parece que haya mucho que hacer pues el enfermo parece terminal. Simplemente apoyarse en herramientas como la aceptación estoica y dejar que suceda lo lógico, esto es, que Europa sea conquistada por una sociedad más fuerte, segura de sí misma y con rasgos de identidad claramente definidos.
La detención de Pavel Durov en un país cuya sociedad seguramente sea el mayor exponente de la decadencia de la cómica y patética Europa, es una muestra de que ya no hay libertad de expresión. Una Europa infantilizada a la vez que corrompida moralmente que sigue siendo el monigote de Estados Unidos y la Gran Bretaña. Serán las generaciones venideras las que reciban tan agradable herencia de unos miserables gobernantes cuya lealtad desde luego, no está puesta en el ciudadano. Un ciudadano que en su mayoría tampoco merece mucha lealtad que digamos.
Pensamiento único y el Ministerio de la Verdad
Salte de la línea oficial de pensamiento o disiente del discurso del Ministerio de la Verdad y serás marcado igual que los judios de la Alemania nazi. Levanta la mirada más allá de los polos que te ponen para que eligas entre uno u otro; derecha o izquierda, buenos o malos, malos o buenos… Siendo los malos buenos para los unos y los buenos malos para los otros. Pero en el fondo real y auténtico de la cuestión no se trata de polos opuestos como nos hacen ver en su manipulación constante, sino dos caras de una misma moneda. O mejor no levantes la mirada y sigue balando a la luz de la luna.
En la novela titulada 1984 de George Orwell, los empleados del Ministerio de la Verdad se dedicaban a corregir constantemente noticias y documentos que relataban el discurso político porque este discurso cambiaba radicalmente a conveniencia del gobierno. Lo que un día era anunciado como inadmisible, al siguiente se declaraba como indispensable para el bien de la sociedad… ¿Te suena?