Imbéciles 1.0
Quizás estemos en un periodo para la humanidad de profunda transformación de su paradigma social, económico y político. El desarrollo de la Inteligencia Artificial avanza imparable, con mensajes de gurús en su favor unos, y atemorarizadores otros. Lo cierto es que el desarrollo de los algoritmos y de la capacidad de cómputo de los grandes centros de proceso de datos de las Bigtech, hacen cada vez más posible un horizonte donde se produzca la singularidad y la AGI (Artificial General Intelligence o Inteligencia Artificial General) nazca a nuestro mundo, seguramente como consecuencia de una característica de nuestro universo, las propiedades emergentes de los sistemas complejos (puedes leer algo sobre esto en: Las propiedades emergentes de la sociedad como un sistema complejo, Las impredecibles capacidades emergentes en grandes modelos de IA).
Curioso panorama donde la Inteligencia Artificial fuerte coexistiría con una Inteligencia Natural Humana que quizás se encuentre en su momento más débil -hablando en términos de lo que conocemos como «masa social»-.
El tiempo medio que dedicamos a la reflexión, al análisis de cuestiones que salgan un poco de lo más cotidiano y superficial, a cultivar y dejar que germine un pensamiento propio con criterio, duda, replanteo, cambio… es cada vez más insignificante. Nos dedicamos cada vez más a pasar el tiempo, a buscar la evasión en el entretenimiento y en resumen, a huir de cualquier actividad que precise de ejercicio mental y su consiguiente desgaste de energía.
A dónde nos lleve ya se irá viendo. Pero el horizonte apunta nubarrones, la posible aplicación de la Renta Básica Universal me lleva a pensar en el experimento Universo 25, en el que el investigador John Bumpass Calhoun, y resumiendo mucho el tema, creó un «universo» específico y especial para una población de roedores donde tuvieran asegurado todo lo esencial como la comida, la bebida, espacio para la cría, etc. El experimento acabó en un desastre para los «ratones felices» con procesos de violencia, disfuncionalidad en cuanto a la conducta de las relaciones interindividuos, etc. Vamos que se autoextinguieron.
Pero voy al tema que me ocupa, la sociedad de los imbéciles…
El objetivo está prácticamente conseguido. La sociedad como ente en sí ha llegado al estadio de imbecilidad. En efecto, esta situación deja al no-imbécil en una posición de hegemonía y dominio estremecedora sobre el imbécil. Felizmente para el sujeto imbécil, la percepción de la realidad queda completamente fuera de sus capacidades cognitivas, de modo que “…y será feliz…”
Algunos síntomas de este proceso de difícil reversibilidad que se pueden señalar son, por ejemplo la complacencia con la que se acogen sucesos como esa procesión de hace unos meses con unas niñas vestidas de meretrices mientras sus maestras reían gozosamente, o más recientemente la representación de España en el Festival de Eurovisión. Pero quizás sea el ejemplo más claro y preocupante la indolencia ante las continuas tomaduras de pelo de nuestros mandatarios y políticos, que como a los imbéciles que somos, se dirigen y actúan.
Lamentablemente intuyo que la cosa obedece -perdonen la posible conspiranoia- a una estrategia apoyada en tácticas como las que podemos contemplar prácticamente todas las semanas. El síndrome de la rana hervida se puso en marcha hace ya tiempo con la intención de llevar a una masa crítica (y lo de crítica no va por el ejercicio del discernimiento) al estado de imbéciles absolutos. Como prueba de esto sirva este mismo artículo que posteare en la red social del señor Zuckerberg, y que primero, será ignorado por el algoritmo de la red social y segundo, nadie o una minoría se entretendrá en entrar a leer el artículo completo. Porque preferimos el entretenimiento vacuo, como pienso de engorde.
Año tras año, mes tras mes, semana tras semana y día tras día, se están recortando las libertades de la ciudadanía de la decadente sociedad occidental. Se nos adoctrina sin contemplaciones y cada vez más, somos tutorizados como niños por la figura del papá protector “estado”. Se nos enseña que lo mejor para nosotros será dejar que el estado cuide de nosotros a cambio de nuestra libertad. Como cada vez tenemos menos capacidad de afrontar la natural complejidad de la vida, aceptamos gustosos ser marionetas a cambio de seguridad. Una trampa letal ya que cuanto más rango de acción como individuo pierdas, menos seguridad activa tendrás. Es decir, si tu protector decide que has sido un niño malo estarás jodido.
Volviendo al inicio de este texto, el no-imbécil se convierte en superior intelectual del imbécil. Es fácil deducir que en puestos que desempeñan papeles de importancia en la toma de decisiones en ámbitos político-social-económico, están personas no-imbéciles. Las mismas personas que ofrecen seguridad y confort a los imbéciles, un plan brillante, ¿verdad?
Es esta una estrategia de largo recorrido y que de momento está resultando claramente exitosa. Para personas de cierta edad cabe el refugio de pensar que “para lo que me queda en el convento, me cago dentro”, pero las nuevas generaciones lo van a tener jodido, muy jodido.
Dentro de no mucho tiempo quizás se celebre el Día Internacional del Imbécil.
Betelgeuse.